A pocas horas de dejar la presidencia, Joe Biden indulta a sus hermanos, generando indignación y serias dudas sobre la ética de su mandato.
En un movimiento que confirma las sospechas que muchos ya albergaban, el presidente Biden otorga indultos preventivos a sus hermanos, protegiéndolos de posibles investigaciones o acciones legales futuras. Este acto refuerza una verdad innegable: las personas inocentes no necesitan perdón. Este tipo de acciones solo siembran más dudas sobre las actividades de su familia y su gestión presidencial.
El indulto preventivo no solo constituye una admisión implícita de culpabilidad, sino que también plantea una grave amenaza para la democracia. Este tipo de medidas crea un peligroso precedente, convirtiendo el poder presidencial en una herramienta para eludir la justicia. Es como otorgarse una «tarjeta de salida gratis de prisión», promoviendo que quienes ostentan el poder cometan actos reprobables con la certeza de que no enfrentarán consecuencias.
Durante su administración, las acusaciones de nepotismo, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito han estado presentes, tanto en los Estados Unidos como a nivel internacional. Este indulto solo confirma que algo se intenta ocultar y que la justicia no se está aplicando equitativamente.
Lo único que le faltaba al presidente Biden, si no existiera la inmunidad presidencial, era perdonarse a sí mismo. Este último capítulo de su mandato quedará en la historia como una muestra de cómo el poder puede ser utilizado para proteger intereses personales, dejando a la ciudadanía cuestionándose si alguna vez se hará justicia para aquellos que se creen intocables.