Reportaje Especial para TIVA TV
“Cuando las piedras hablan: el mensaje que no se puede detener”
Por Edwin González
Desde los tiempos más antiguos hasta hoy, la historia humana ha estado marcada por una constante: el mensaje de verdad y esperanza siempre encuentra la forma de abrirse camino. No importa cuán adversas sean las circunstancias, siempre hay canales, personas o incluso situaciones inesperadas que terminan sirviendo de vehículos para que ese mensaje llegue a donde debe llegar. Así ha sido, así es y así será.
Hay un pasaje antiguo que dice que si los portadores del mensaje callan, hasta las piedras hablarán. Esta afirmación no es solo una metáfora de poder y determinación, sino una advertencia con profundidad: cuando los seres humanos se cierran al llamado de la verdad, incluso aquellos que no tienen conciencia plena —los “no entendidos”— pueden ser usados para transmitir lo que es necesario. Es decir, el mensaje puede brotar desde los rincones más improbables, incluso de labios que no saben que están proclamándolo.
Pero no todo en este camino es armonía. La historia también ha demostrado que donde hay luz, la sombra intenta colarse. Desde el arca de Noé, pasando por el éxodo del pueblo de Israel en el desierto, hasta los mismos círculos cercanos a Jesucristo, siempre ha habido agentes del desorden infiltrados entre quienes buscan hacer el bien. Y lo más desconcertante es que, muchas veces, estos agentes no lo saben.
Hoy en día, esa infiltración no siempre viene disfrazada de maldad evidente. Puede presentarse en forma de celos, de inseguridades laborales, de rivalidades personales o simplemente de incomodidad ante la atención que otros reciben. Personas que no son perversas, pero que, al obstaculizar o desacreditar los esfuerzos sinceros por compartir un mensaje positivo, terminan poniéndose del lado de la mentira, aunque no sea su intención.
Y es aquí donde entra una reflexión necesaria: no todo el que se opone a una causa noble lo hace por maldad. A veces, lo hace por heridas no sanadas, por frustraciones acumuladas o por una lucha interna que ni ellos comprenden del todo. Pero las consecuencias de esas acciones, aunque involuntarias, son reales. Y lo más triste es que esas mismas personas muchas veces terminan sufriendo los resultados de haber bloqueado el avance de algo que no comprendían.
Por eso, más que responder con rencor o juicio, el llamado es claro: seguir adelante con la misión. No distraernos deseando el mal a nadie, ni desgastarnos tratando de explicar cada paso. En un mundo donde la verdad sigue encontrando caminos inquebrantables para manifestarse, lo más sensato es no convertirnos en estorbos, ni en jueces.
Porque tal vez —sin que lo sepamos— esa persona que menos esperamos está siendo utilizada para algo mayor. Y tal vez, cuando todo parezca en silencio, escuchemos a las piedras hablar. No por magia, sino porque el mensaje es más fuerte que las barreras que el ser humano pueda levantar.
Conclusión:
La historia no se detiene, ni la verdad puede ser silenciada. Y aunque haya oposición, confusión o incluso sabotaje disfrazado de buenas intenciones, el mensaje seguirá su curso. Que no seamos nosotros los que entorpezcan ese trayecto. Mejor seamos parte de los que, con humildad, lo facilitan. Porque al final, no importa quién hable —sea una voz conocida o el eco de una piedra olvidada— lo que importa es que el mensaje llegue.