Colaboración de Olga Ocasio
Publicado en Tiva TV
Durante más de un siglo, los registros médicos han documentado lesiones neurológicas en niños después de ser vacunados, especialmente relacionadas con vacunas como la DPT (difteria, tos ferina y tétanos). Estas lesiones, conocidas históricamente como “encefalitis postvacunal” o “encefalopatía aguda”, describían inflamaciones cerebrales que podían causar convulsiones, pérdida de habilidades adquiridas como el habla, disfunción de nervios craneales o deterioro cognitivo severo, a veces apareciendo horas después de la vacunación.
🧩 De la encefalitis al “trastorno del espectro autista”
En los primeros textos médicos, los casos se describían como una regresión súbita del desarrollo, diagnosticada entonces como “retraso mental” o “discapacidad neurológica grave”.
Incluso se documentaron casos de trillizos que, pocas horas después de recibir la vacuna neumocócica, manifestaron síntomas neurológicos sincronizados: mirada perdida, convulsiones y pérdida de reflejos, un patrón que reflejaba la clásica encefalitis postvacunal.
Sin embargo, a medida que los programas de vacunación se expandieron en el siglo XX, la terminología médica comenzó a cambiar. El término “encefalitis postvacunal”, que establecía una relación directa entre vacunas e inflamación cerebral, fue desapareciendo gradualmente de los informes clínicos. La presión por mantener la confianza pública en los programas de vacunación llevó a sustituir ese término por descripciones menos comprometedoras, como “trastornos del desarrollo” o “encefalopatía inespecífica”.
⚖️ La Ley Nacional de Lesiones por Vacunas y el “tribunal de vacunas”
En 1986, tras una ola de demandas contra fabricantes de vacunas, el Congreso de EE.UU. aprobó la National Childhood Vaccine Injury Act, creando un sistema judicial paralelo: el “tribunal de vacunas”. Este tribunal, financiado por los contribuyentes, compensaba ciertos daños, incluyendo la “encefalopatía postvacunal” para vacunas como la DPT, siempre que los síntomas ocurrieran dentro de los primeros días tras la inmunización.
Aun así, mientras el calendario infantil se expandió con más de 12 nuevas vacunas, la lista oficial de lesiones compensables apenas cambió, reduciendo el reconocimiento de daños neurológicos y limitando la responsabilidad de las farmacéuticas.
🔄 El cambio diagnóstico: del retraso mental al autismo
En las décadas de 1980 y 1990, emergió un nuevo término que transformaría la narrativa: Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Este diagnóstico amplio reemplazó progresivamente a etiquetas como “retraso mental” o “encefalopatía postvacunal”.
Un estudio en California (2009) reveló que 26.4% de los niños antes catalogados como “mentalmente retardados” fueron reclasificados como autistas, en parte gracias a la reforma lingüística impulsada por leyes como Rosa’s Law (2010), que eliminó el término “retardado” del lenguaje oficial estadounidense.
Sin embargo, detrás de esa suavización terminológica, muchos especialistas advierten que una fracción importante del autismo severo —el llamado “autismo profundo”, que representa alrededor del 26.7% de los casos según el CDC—, mantiene los mismos rasgos que la encefalitis postvacunal descrita hace décadas: pérdida del lenguaje, daño motor, convulsiones y dependencia total de por vida.
🧬 Estudios silenciados y paralelos históricos
Diversos estudios comparando niños vacunados y no vacunados han sido censurados o retirados, según denuncias de investigadores y senadores estadounidenses.
Uno de 2020, realizado en una escuela médica importante, habría encontrado entre 3 y 7 veces más incidencia de asma, alergias y TDAH en niños vacunados, pero nunca fue publicado.
Este patrón de ocultamiento o ambigüedad recuerda a otros casos históricos, como el del Agente Naranja, el Síndrome de la Guerra del Golfo o el Síndrome de Muerte Súbita Infantil (SIDS), donde las autoridades usaron frases como “evidencia insuficiente” para evitar reconocer responsabilidades.
📺 De los debates públicos al silencio mediático
En los años 80, programas televisivos como The Donahue Show abrían espacio para discutir abiertamente los riesgos neurológicos de las vacunas.
Hoy, ese debate casi ha desaparecido de los medios convencionales.
Sin embargo, la preocupación pública persiste: una encuesta de Rasmussen Reports (2024) reveló que 56% de los votantes cree que las vacunas COVID-19 han causado daños significativos.
Figuras como Robert F. Kennedy Jr. y el presidente Donald Trump han pedido revisar el calendario de vacunación infantil y estudiar a fondo la posible relación con el aumento del autismo.
La Corte Suprema de EE.UU., en el caso Bruesewitz v. Wyeth (2011), reforzó la inmunidad de las farmacéuticas frente a demandas por defectos de diseño, dejando al “tribunal de vacunas” como la única vía de compensación.
🧠 Conclusión
El cambio de diagnóstico —de “encefalitis postvacunal” a “trastorno del espectro autista”— no fue meramente médico, sino político y legal.
Este rebranding silencioso sirvió para diluir la relación entre las vacunas y las lesiones neurológicas, manteniendo la confianza pública y protegiendo a los fabricantes de responsabilidades económicas.
Pero detrás de la semántica, las familias siguen buscando respuestas para explicar por qué miles de niños desarrollan síntomas neurológicos severos poco después de ser vacunados.
🔗 Fuente original: The Midwestern Doctor – “How Post-Vaccinal Encephalitis Was Rebranded as Autism Spectrum Disorder”
✍️ Artículo adaptado para Tiva TV con la colaboración de Olga Ocasio.

