Mientras en Puerto Rico solo se hablaba de la luz, esto ocurría en Ginebra…
A espaldas de la mayoría de los ciudadanos del mundo, incluyendo a Puerto Rico, esta semana se dio un paso en las agendas de control globalista en la forma en que las naciones manejan las emergencias sanitarias. El 16 de abril de 2025, en la madrugada en Ginebra, representantes no electos por el pueblo —reunidos bajo los auspicios de la Organización Mundial de la Salud (OMS)— finalizaron el borrador de un acuerdo mundial sobre pandemias. Este documento será presentado en mayo ante la 78ª Asamblea Mundial de la Salud para su posible adopción.
Según la narrativa oficial, el acuerdo busca reforzar la “colaboración internacional, la equidad y la resiliencia” frente a futuras amenazas sanitarias globales. Pero desde una mirada crítica, este pacto representa un riesgo tangible para la soberanía nacional y la libertad individual. Nos preocupa profundamente que organismos que no están sujetos al voto democrático ni al escrutinio público, y que son financiados por intereses privados y fundaciones poderosas, estén adquiriendo el control total en la toma de decisiones que afectarán directamente a millones de personas.
Aunque el texto del acuerdo afirma que se mantiene la soberanía de los países y que la OMS no podrá imponer medidas obligatorias como cierres, vacunaciones o restricciones de movilidad, el solo hecho de formalizar un “marco legal internacional” ya plantea una estructura de poder paralela, cuyo peso político y moral podría presionar a gobiernos a ceder ante recomendaciones futuras. Lo hemos vivido antes con la plandemia del COVID-19, cuando muchas decisiones se tomaron no por convicción nacional, sino por “alineamiento con la comunidad internacional y globalistas”.
Entre los elementos del acuerdo figuran:
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El establecimiento de un personal sanitario global de emergencia,
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Una red «logística» mundial para pandemias,
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Un mecanismo de acceso y reparto de patógenos, (venenos)
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Apoyo a la transferencia de tecnologías médicas y,
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Un sistema financiero centralizado de coordinación ante crisis sanitarias.
Nada de esto suena bien, y representa una amenaza al pueblo. El concepto de “Una sola salud”, que busca integrar la salud humana, animal y ambiental bajo una misma sombrilla normativa, ha sido duramente criticado por abrir la puerta a controles centralizados que trascienden las competencias tradicionales de los estados soberanos y adelantan agendas ocultas y desfavorables a los intereses individuales..
Estados Unidos —bajo la administración de Trump— decidió no participar en la ronda final de negociaciones y ya ha anunciado su salida de la OMS. Argentina, por su parte, también ha marcado distancia, denunciando una agenda ideológica disfrazada de filantropía sanitaria. Pero el peligro no ha desaparecido.
Con un simple cambio de gobierno, estas decisiones pueden revertirse. El riesgo permanece latente: que futuras administraciones reintegren a sus países a estas estructuras, comprometiendo nuevamente la libertad de sus ciudadanos.
Por eso, desde nuestra plataforma, expresamos claramente que no estamos de acuerdo con este tipo de pactos supranacionales que ignoran la voluntad de los pueblos. La experiencia con el COVID-19 nos enseñó que las decisiones centralizadas nos quitan libertades, y que es vital mantener los principios de soberanía, responsabilidad nacional y transparencia.
El debate no debe ser si la OMS tiene buenas intenciones, han demostrado que no, sino si debe tener poder para dictar políticas que afectan a personas que nunca la eligieron, y que su agenda es despojarnos de nuestra capacidad de poder elegir. Esa es la verdadera discusión.