En los últimos años, una creciente tendencia en muchos países del mundo refleja un endurecimiento de las políticas migratorias, particularmente hacia los inmigrantes ilegales. Gobiernos de diversas regiones han comenzado a tomar medidas drásticas que sugieren un cambio de paradigma: una respuesta más estricta y contundente frente a la inmigración ilegal, en un esfuerzo por proteger sus fronteras, recursos y estabilidad interna. Más allá de los Estados Unidos, esta postura ha comenzado a consolidarse en otras naciones clave, señalando un fenómeno global.
Estados Unidos lidera una política más estricta
Con el regreso de Donald Trump a la presidencia, Estados Unidos ha intensificado sus esfuerzos para controlar la inmigración ilegal. La administración Trump ha reinstaurado políticas clave, como la construcción del muro fronterizo y la implementación de medidas como el programa «Remain in Mexico» (Permanecer en México), que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en territorio mexicano mientras se procesan sus casos. Además, el gobierno ha reforzado las deportaciones masivas y ampliado la colaboración con gobiernos de Centroamérica para frenar el flujo migratorio antes de que alcance la frontera sur de Estados Unidos.
Reino Unido: deportaciones y centros de detención
En el Reino Unido, el «plan Ruanda», una controvertida propuesta para deportar a inmigrantes ilegales al país africano, puso de manifiesto la dureza de las políticas migratorias británicas. Aunque este plan fue descartado en 2024 por el actual gobierno, el país ha continuado con medidas severas, como la reapertura de centros de detención para acelerar deportaciones y frenar la llegada de migrantes por el Canal de la Mancha. Según reportes oficiales, el Reino Unido busca expulsar a más de 14.000 inmigrantes ilegales al año, una cifra que refleja su enfoque prioritario en el control de la inmigración.
Europa: políticas de rechazo y externalización
En la Unión Europea, varios países han reforzado sus controles fronterizos y adoptado políticas que dificultan la llegada de inmigrantes. Grecia, Italia y España, principales puertas de entrada a Europa, han incrementado la vigilancia marítima y los acuerdos de devolución con países de origen o tránsito. Francia, por su parte, ha intensificado su colaboración con Reino Unido para frenar las travesías ilegales por el Canal de la Mancha. La externalización de fronteras, a través de acuerdos con países como Turquía y Marruecos, se ha convertido en una práctica común, evidenciando un rechazo coordinado a la inmigración ilegal.
América Latina: endurecimiento en países de tránsito
En América Latina, países como México y Panamá también han comenzado a reforzar sus fronteras, principalmente debido a la presión de Estados Unidos. México, bajo acuerdos con Washington, ha desplegado fuerzas de seguridad en su frontera sur para controlar el flujo de migrantes provenientes de Centroamérica. Panamá, un paso clave en la ruta hacia el norte, ha endurecido sus controles en la región del Darién, donde miles de migrantes enfrentan condiciones peligrosas en su intento de cruzar.
Asia y Oceanía: controles estrictos y deportaciones
En Australia, la política de «cero tolerancia» hacia la inmigración ilegal sigue vigente, con estrictos controles fronterizos y la detención de personas en centros ubicados fuera del territorio nacional, como en Nauru. Japón, conocido por ser un país con baja tasa de aceptación de refugiados, también ha comenzado a deportar a inmigrantes ilegales con mayor frecuencia, alegando la necesidad de mantener la seguridad nacional y proteger su economía.
África y Medio Oriente: presión interna y externalización
Incluso en regiones como África y Medio Oriente, donde la migración suele ser interna o hacia Europa, algunos países han endurecido sus políticas. Libia, un punto crítico para los migrantes que buscan llegar a Europa, ha aumentado las deportaciones y detenciones con apoyo de la Unión Europea. Turquía, otro actor clave, continúa utilizando su posición estratégica para negociar acuerdos con Europa, a cambio de mayores recursos para gestionar la inmigración.
¿Qué impulsa esta tendencia global?
Las razones detrás de este endurecimiento de las políticas migratorias son variadas. Desde preocupaciones económicas hasta cuestiones de seguridad nacional, los gobiernos enfrentan presiones internas para tomar medidas más firmes contra la inmigración ilegal. Los efectos de la pandemia, las crisis económicas y la percepción de que los sistemas de asilo están siendo abusados han contribuido a un clima de rechazo hacia los migrantes en situación ilegal.
Un desafío humanitario
Si bien estas políticas buscan controlar la inmigración, han generado preocupaciones humanitarias. Organizaciones internacionales han denunciado violaciones a los derechos humanos, condiciones inadecuadas en centros de detención y un aumento en los riesgos para los migrantes, que se ven obligados a tomar rutas más peligrosas para evitar los controles.
El mundo parece estar enviando un mensaje claro a los inmigrantes ilegales: «no son bienvenidos». Sin embargo, este mensaje plantea preguntas sobre el equilibrio entre el control de fronteras y el respeto a los derechos humanos, así como sobre las causas profundas de la migración que, hasta ahora, parecen no estar siendo abordadas de manera integral.